El enigma de la identidad
Reseña
sobre Falso contacto y Modos de asedio de Ana Ojeda
por David Voloj
Estructurada en actos y escenas como una farsa atravesada por el dolor, Falso
contacto, la última novela de Ana Ojeda, dibuja el mapa genético de dos
familias de inmigrantes europeos (y sus descendientes y descendientes) que
busca arraigar en una Argentina contradictoria. Guiados por la inercia y
sumidos en un mundo hostil, los personajes atraviesan casi cien años de
historia, desde principios de siglo XX hasta la crisis de 2001, consumiéndose
entre la esperanza, el trabajo, la fe y el fracaso.
Tras un enigmático prólogo enmarcado en 1983 y la vuelta de la
democracia, el relato se proyecta hacia el pasado para narrar fragmentos de la
vida de Uma, una criada que hace la limpieza en un concurrido prostíbulo del
sur de Buenos Aires. Explotada hasta el límite de sus fuerzas, Uma llama la
atención cuando queda embarazada y, entonces, es obligada a prostituirse. Este
primer capítulo opera como pieza clave del rompecabezas genealógico y concluye
cuando Uma da a luz a su hijo para, acto seguido, limpiar todo y subir al
escenario, en una vívida descripción que recuerda las páginas más crudas de la
literatura argentina –la violación de El matadero de Echeverría, las vejaciones de La sierva de Andrés
Rivera, la tortura en Dos veces junio, de Martín Kohan.
Desde entonces, la novela se abre a una laberíntica trama marcada por la
tristeza. Odiseo, compadrito irreverente y anárquico, no encontrará rumbo en
los arrabales porteños. Los Porter consumirán el tiempo en sacar adelante una
librería, imprenta y cigarrería por donde pasarán Roberto Arlt y César Tiempo. Genovefa
sufrirá por amor y quedará inmortalizada en un retrato en sepia. Quimey, una
fracasada artista plástica, será ocupa de la vieja casona donde viviera su
abuela. Y Nacho, el último Porter, optará por desentenderse de su origen como “una
manera de entender el mundo”.
Pero el vínculo con el pasado late en las respuestas que se intuyen o se
anhelan. Como le sucede a Quimey antes de ser desalojada, el encuentro con una
imagen desgastada por los años se convertirá en “la foto de la enigmática mujer
que le hubiera gustado ser a ella en un pasado hipotético.”
Falso contacto combina diferentes tradiciones
literarias. Un relato intimista y cargado de erotismo se articula con la
crítica social; el realismo costumbrista se entrelaza con la novela de
iniciación y, por qué no, con una historia cuasi policial donde los crímenes
son pequeñas traiciones domésticas y el enigma es, en definitiva, la propia
identidad.
El lenguaje de Ana Ojeda invita a explorar en su obra, que se inicia con
la publicación de la novela Modos de asedio, en 2007. Ya aquí la
autora pone en juego algunas técnicas narrativas con las cuales logra mantener
la atención del lector: la ruptura en la linealidad de la trama, las constantes
fluctuaciones temporales, el problema de la identidad, la desaparición de
nombres que luego reaparecen, la dificultad de saber a priori quién es quién y cuál es el lazo que une a los personajes.
Ahora
bien, si Falso contacto se construye en torno a las heridas pasadas, Modos
de asedio se inicia luego de las elecciones de 2003 con una perspectiva
renovada. Aquí, el eje que articula la historia es el deseo ciego de un grupo
de jóvenes por redoblar la apuesta y afirmarse en un lugar propio. De allí que
ambas novelas puedan leerse como parte de un mismo proyecto: la falta de
certezas con la que termina Falso contacto da lugar a la
celebración del amor y la amistad, esos “asombros estupefactos” –en palabras de
Ojeda- que marcaban el ritmo de Modos de asedio.
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