Flavio Lo Presti reseñó "Modos de asedio" para el diario cordobés LA VOZ DEL INTERIOR. Esto es lo que dijo.
Link: http://archivo.lavoz.com.ar/herramientas/imprimir_nota.asp?nota_id=120875
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Impresa | Suplemento CulturaCBA | SAB 27 JUL | 14:37
Lectura doble
Flavio Lo Presti Especial
La editorial El 8vo loco sale al ruedo con una modalidad más
usual en libros de texto para secundario que en los de ficción: un volumen
doble (una cara para cada relato), en una colección esperablemente bautizada
"69". En este caso, las novelas presentadas son Nuevas cenizas, de
Mariano Fiszman, y Modos de asedio, de Ana Ojeda, y añaden a la rareza de la
edición el condimento de estar cada uno en las antípodas literarias del otro.
El libro de Fiszman es una especie de joya extraña, no
recomendable para lectores de suplementos masivos o para los del mainstream
literario (si hay tal cosa), ni siquiera para los lectores de las rarezas
usuales. Es una muestra de literatura en estado puro, uno de esos casos en los
que la prosa se permite narrar acontecimientos y describirlos con precisión
inusual y al mismo tiempo, por un impulso lírico, estar al borde de
independizarse de ellos y destruirlos, devorarlos. En la escritura de Fiszman
cada frase amenaza con el hallazgo, pero del tipo que se espera encontrar en la
muy buena poesía.
En cuanto a lo que sucede en el laberinto de frases que es
Nuevas cenizas, cabe aplicar la frase que Borges usaba para referirse a
Faulkner: no sabemos lo que sucede, pero sabemos que es terrible. Nada de esa
rareza obligatoria que cierta zona de la literatura argentina nos obligó a
comprar, sino algo mucho más extraño: ambientes de David Lynch con la
orquestación subrepticia del rock argentino y una prosodia onettiana,
faulkneriana; descripciones de un hiperrealismo/surrealismo que tolera desde
los acentos más altos a los más bajos, que permite que cualquier palabra fluya
naturalmente. De todos modos, a pesar de todos los elogios, uno termina el
libro preguntándose cuál sería el tamaño de Fiszman como escritor si no tuviera
tanta vergüenza de la prosa, si no tuviera miedo de caer en la tiranía de la
información que parece dominar a la literatura que ganas premios de
multimedios.
En las antípodas está el libro de Ojeda: claro, liviano, bucea
en una zona distinta del mercado actual de la mímesis. Si hubiera que
emparentar la novela de Ojeda lo haríamos, más que con una corriente de la
literatura contemporánea, con una serie de películas: algunas comedias
románticas argentinas recientes (No sos vos, soy yo), clásicos norteamericanos
del género (Cuando Harry conoció a Sally), algún Woody Allen light. Quizá se
deba a que los protagonistas de la novela son cineastas (o aspirantes a serlo),
a que escuchan a Shakira en la ducha o (esto es más probable) al peso que
tienen en el libro sus historias sentimentales, jalonadas por desencuentros y
entremeses gastronómicos.
Modos de asedio es una historia de amor desgajada en relatos que
aparentan una conexión mucho más débil de la que finalmente los une, y que
oculta las pistas sin hacer caso del fair play, desorientando voluntariamente
al lector y aprovechándose de que, a pesar de los parentescos con el cine, no
estamos viendo una película, sino leyendo: una versión cinematográfica de la
novela terminaría con la intriga más rápido de lo que lo hace la versión
escrita. De todos modos, esto no es una crítica negativa. A pesar de que hay
cortazarismos pesados en la prosa de Ojeda, Modos de asedio es un relato
disfrutable, lejos de la intensidad de la novela de Fiszman, pero también de su
oscuridad.
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